27 Abr La Romería de la Cara de Dios
El final de abril y principios de mayo es el momento en el que comienzan las romerías en toda España, herencia de los ritos precristianos de fertilidad a la llegada de la primavera y que el cristianismo convirtió en homenajes a la virgen o a sus santos patronos. Ayer leía sobre la celebración en Alicante de la romería de La Peregrina que se celebra el 23 de abril y cuyo momento culminante es la peregrinación al Convento de la Santa Faz, donde se conserva uno de las imágenes aquerópitas que la Iglesia Católica reconoce como auténticas.
Recordé entonces que en Madrid existía, hasta 1918, una romería en Madrid que se hizo muy famosa y que se conocía como la Romería de la Cara De Dios. Lo más curioso es que, en realidad, no era una romería, si no que se celebraba el Viernes Santo y era un Vía Crucis que derivó, por obra y gracia de los madrileños, en una fiesta, casi en una verbena. Pero de esto ya hablaremos, vamos primero a contar la historia de la Cara De Dios y cómo llegó a tener tanta devoción en Madrid que llevó a crear una fiesta tan famosa. El origen estaba en la Capilla de la Inmaculada Concepción que hasta los años sesenta estuvo en la calle de la Princesa. Vamos a conocer su origen.
En el siglo XVII, Dña. Mariana Artal de Aragón, condesa de Parias y marquesa de Almonacid, dejó, entre sus últimas voluntades la obligación de fundar una capilla dedicada a la Inmaculada Concepción. Para cumplir su deseo nombrará como patronos a Don Agustín Homodei, marqués de Piovera, y después, tras su muerte, a su hijo Carlos Homodei que estaba casado con Leonor de Moura y Corte Real, marquesa de Castel Rodrigo. El matrimonio morirá sin hijos por lo que el marquesado (con todos sus patronatos y títulos) pasará a la hermana de Leonor, Juana, que estaba casada con el Príncipe Giulielmo Pío de Saboya. Todo pasará a su hijo, el Príncipe Pío de Saboya y Moura (incluidos los títulos de Castel Rodrigo y Almonacid). Serán los Castel Rodrigo los que se encargarán de la creación de esta capilla y de su puesta en marcha como lugar de culto.

La capilla dedicada a la Inmaculada Concepción se inaugurará el 21 de enero de 1689 y se había construido en unos terrenos que pertenecían a los Castel Rodrigo en la calle que después sería la calle Princesa (a la altura de lo que hoy sería las escalinatas de la Plaza de Cristina Martos), en lo que entonces era la Plaza de los Afligidos. Recibía la plaza este nombre por el monasterio premostratense de san Joaquín, que estaba justo en frente de la capilla. Los restos de la fundadora, que estaban en el convento de los Capuchinos del Prado, serán en ella depositados y se dotará con 12 capellanes y un capellán mayor que debían ocuparse de las 12 misas diarias por las almas de la condesa y su familia además de una función anual dedicada a la Virgen de la Concepción a quien, recordemos, se dedicó la capilla. Además, como veremos más adelante, se la dotó de importantes obras de arte.

Esta capilla estuvo en pié hasta 1966. El templo se había librado de las obras del nuevo trazado y nivelación de la calle de las Delicias de la Princesa en 1910 (hoy Princesa) pero no logrará salvarse de la especulación inmobiliaria que ya estaba comenzando a hacer mella en el patrimonio inmobiliario madrileño y fue derribada tras abandonar los propietarios su patronato.

Al poco tiempo de abrir la capilla, ya a principios de siglo, comenzará a hacerse muy popular. Así, Antonio Ponz, en su Viaje por España, cita su existencia y destaca la pintura del altar mayor, una Inmaculada Concepción de Lucas Jordan que el propio Ceán Bemúdez ya había visto en la capilla del Palacio de La Florida de los Castel Rodrigo. Es muy posible que sea la que actualmente se conserva en el Palacio Arzobispal de Madrid. Pero lo que llama especialmente la atención, es que Ponz señala la existencia, en la capilla, de un Santo Rostro de Cristo. Es esta la primera noticia que tenemos del lienzo que dará origen a la Romería de la Cara De Dios. Antes de hablar de la romería creo que sería importante detenernos primero a explicar qué es el Santo Rostro, también denominado Santa Faz.

La iglesia cristiana acepta la existencia imágenes aquerópitas, es decir, imágenes de Cristo realizadas directamente por él, no por la mano humana. Entre ellas estarían la Sábana Santa (Sindone de Turín), la Verónica de san Pedro del Vaticano o el Mandylon de Edesa. Todos ellos, lienzos en los que de un modo u otro ha quedado impresa la faz de Jesucristo de modo no humano.
En el mundo católico, la más famosa será la Verónica que se conserva en uno de los machones de la cúpula de san Pedro del Vaticano, bajo la bella escultura de Francesco Mochi. Su origen, como algunos sabréis estaría en el evangelio apócrifo de Nicodemo en el cual narra cómo, durante el camino al monte Calvario, una joven (posiblemente Berenice) enjugó con un lienzo de tela el rostro sanguinolento y agotado de Cristo y en él quedó impregnada su faz. De ahí el nombre de Verónica (Vero Icono- veronikon). No es este el lugar de explicar el origen divino y lo que contribuyó la religiosidad popular a su devoción pero sí debemos recordar cómo es una de las grandes reliquias del mundo Católico. Según la tradición, la reliquia pudo llegar a Roma en el siglo VIII si bien no hay constancia documental hasta el siglo XII, en que se convertirá en uno de los grandes atractivos del jubileo del 1300 donde la pudo ver el poeta Dante.
Durante el Saco de Roma de 1527 se propagó la idea de que había sido expoliada y expuesta en una taberna si bien parece que esto lo desmentirá la iglesia. Tras este acontecimiento la imagen cobrara de nuevo una importante relevancia, primero por haberse salvado y después porque se convertirá en un perfecto instrumento de propaganda contrarreformista para defender la imagen en el seno de la iglesia católica, algo que criticaban los iconoclastas evangélicos. Si el propio Jesús había dejado constancia de su imagen porqué no puede hacerlo la iglesia. El caso es que comenzarán a surgir numerosas representaciones pictóricas de la Verónica de una manera realista (recordemos las obras de El Greco o Zurbarán). Además, el propio Vaticano decidirá realizar copias de la la Verónica original para reforzar su idea de representar a Cristo. En 1616, a petición de la reina Constanza de Austria, el papa Pablo V mandó a su secretario Pedro Strozzi que realizará varias copias en óleo. Finalmente, en 1622 el Papa Urbano VIII prohibirá su reproducción. Las copias mandadas hacer por el papa Borghese serán enviadas a diferentes lugares (Palermo, Bolonia, Malta, Viena) donde se encuentran. Asimismo, aún queda una en Roma, en Il Gesú.
Pues bien, parece ser que una de esas copias la poseía el Cardenal Luis Homodei, hermano de Agustín, aquel a quien la Condesa de Parías hizo patrón de su capilla. No sabemos cómo llegó esta imagen a la familia Homodei, tal vez a través del Cardenal (1690) o es posible que fuese un regalo del propio Pablo V a esta rica familia milanesa. El caso es que la imagen estaba en su familia y llegará a Madrid con ellos, para pasar a formar parte de los objetos religiosos con que se dotará la capilla de la Inmaculada Concepción.

Esta es, de una manera breve, el origen de la capilla y de la imagen de la Santa Faz que en ella se conservaba. Para terminar nuestro recorrido sobre las imágenes de Cristo baste recordad que en España se encontrarían dos más, la ya citada de Alicante y la la de la Catedral de Jaén, que es también una copia de la Verónica del Vaticano, regalo De Gregorio IX al obispo jienense Nicolas de Biedma en 1376.
Es hora que conozcamos cómo esta imagen dio lugar a una romería. Como hemos visto ya se cita su existencia en la capilla desde mediados de siglo XVIII, si bien es muy posible que ya estuviese aquí desde la fundación de la capilla y formase parte del patrimonio de los Castel Rodrigo. Sin embargo, no es hasta 1819 cuando tenemos las primeras noticias de cómo se comenzó a venerar y dio lugar a una procesión en el Viernes santo, origen de la posterior romería.
Así, sabemos cómo en 1819 aparece en la prensa una noticia que avisaba cómo «en la capilla pública de la Concepción, sita en la casa del Excmo. Sr. Príncipe Pío, plazuela de los Afligidos, se manifiesta a la pública veneración la Santa Faz el Jueves Santo y Viernes Santo» y añade «el viernes se cierra la capilla desde las 12 a las tres de la tarde y al anochecer se daba a adorar a todos los fieles». Parece que la celebración consistía también en una procesión de penitentes con Vía Crucis al convento de san Bernardino de franciscanos descalzos.


En poco tiempo, especialmente a finales de siglo XIX, esta celebración, de Viernes de Dolores, acabará en una romería, con puestos, tenderetes, rosquillas y barquillos, casi como una verdadera verbena. Será conocida como la Romería de la Cara De Dios. Tanto es así, que el propio Carlos Arníches escribirá una novela en 1898 basada en esta festividad . Al año siguiente será usado este texto como libreto para la Zarzuela de Ruperto Chapí del mismo título. No quedará aquí el interés literario por esta manifestación popular de carácter religioso y el propio Ramón María Del Valle Inclán publica una novela por entregas con el mismo nombre.


Parece ser que los excesos festivos que se producían en Viernes Santo en torno a la celebración de la Cara De Dios llevarán al ayuntamiento a acabar con esta celebración. Se intentó por primera vez en 1902 pero la presión de la devoción popular frenó el intentó. Finalmente, tal y como se anunciaba el 14 de marzo de 1918 en el diario El Día, el alcalde Francos Rodríguez prohibía su celebración.
No será este el fin de la verbena, pues los vecinos trasladarán la celebración al 30 de mayo, y crearán la verbena de San Fernando que pervivirá hasta los años sesenta.
¿Y la Cara De Dios? ¿Qué pasó con ella? Pues afortunadamente aún se conserva en Madrid. En 1966 cuando el Príncipe Pío vende el terreno de la capilla, pone los bienes de la capilla a disposición del Arzobispo. El 4 de mayo la «Cara de Dios» se deposita en la antigua iglesia de Nuestra Señora del Buen Suceso, en la calle de la Princesa pero, tras la Semana Santa de 1967, el último rector de la capilla, D. Antonio López Comín, volvió a hacerse cargo del lienzo hasta que lo deposita en la parroquia de San Marcos. Allí se encuentra, en el retablo de Nuestra Señora de la Soledad, sobre un Cristo Yacente. Esperando que alguien se acuerde de él y del pasado tan importante que tuvo y que supuso las delicias del pueblo de Madrid.
No Comments